LOS ANILLOS
Finalmente me decidí.
Debí hacerlo antes, hace mucho;
pero nunca me cruzó por la mente esa idea.
Hoy al darme cuenta de la fecha y
del paso del tiempo, tomé la decisión.
Recorrí cada calle del centro y
cada shopping, entré en cada local comercial relacionado con lo que estaba buscando y hablé con decenas de vendedores y
encargados que me mostraban sus mejores artículos.
Yo quería dos anillos, anillos de
bodas, el tuyo y el mío.
Pero debían ser de plata a ti nunca
te gustó el oro, pero la plata sí, blanca y pura tanto como tu piel.
Después de recorrer mucho, di con
un lugar; una antigua joyería con sus más antiguos dueños, allí la dama a cargo
con muy buen gusto por cierto me ofreció un par de anillos de plata, adornados
con el diseño de dos pequeños corazones entrelazados; eran realmente hermosos y
no lo pensé dos veces.
Le pedí a la encargada si era
posible grabar una frase en el tuyo y me dijo que sí:
-Al instante mi esposo se la
grabará, ¿qué desea poner joven?-
-“Mi corazón es eternamente tuyo”-
le dije y tras esperar un rato salí con los anillos en sus respectivas cajitas
de terciopelo azul.
-¡Que sean felices!- me dijo la
dama cuando salía.
-Gracias- respondí sin dejar de
pensar en ti.
De allí me fui directo a la rambla, sobre la
playa, frente al mar y me senté en el mismo banco de aquella primera vez que
estuvimos juntos, solos y tomados de la mano.
Entonces tomé las cajitas de los
anillos y las abrí, saqué el mío y me lo puse.
Luego miré el tuyo un rato y
después de suspirar también lo saqué, lo besé y lo coloqué en una bolsita de
terciopelo rosa en forma de corazón y la cerré.
La tuve en mis manos un buen rato
sintiendo casi que latía, que tenía vida propia.
Me paré y llamé a un vendedor de
globos y compré una docena, atándolos a todos unos con otros formando un ramo.
Volví a sentarme y tan solo esperé…
El atardecer empezaba a caer y el
cielo se iba tiñendo de naranja.
Me levanté del banco y fui bajando por la escalinata; caminé
por la playa y paso a paso atravesaba la arena mientras los que aun quedaban me miraban, seguramente extrañados cosa que no
me importaba; ya casi era de noche.
Llegué al borde de la orilla
mojándome los pies y esperé un poco más.
Ahora la noche me cubría por
completo con su manto de misticismo, miré al cielo oscuro, abrumador,
hipnotizante.
Tomé la bolsita de corazón rosa con tu anillo
dentro y la até firmemente al ramo de globos.
Me metí hasta las rodillas en el
mar, volví a mirar al cielo y levanté el ramo de globos con el anillo y dije:
-Dios yo sé que hace mucho no hablamos
y la última vez te recriminé hasta el extremo del insulto que me la hayas
quitado, y aunque no me arrepiento de ese momento, hoy te pido humildemente un
favor; solo quiero que le lleves a mi princesa este anillo, yo sé que ella está
en esa estrella, la más brillante cuidándome como me lo prometió, dile que este
es el regalo que debí hacerle hace mucho, en su momento, cuando ella estaba
entre mis brazos dormida como un ángel y yo solo me dedicaba a acariciar su
pelo; y aunque ella nunca me lo pidió yo debí imaginarlo, dile también que ese
anillo es el símbolo puro que mi corazón le pertenecerá por la eternidad y que
esté segura que nos volveremos a encontrar, y entonces será para estar juntos y
felices por siempre.-
Le di un último beso a la bolsita y
solté el ramo de globos.
Me quedé mirando como flotaban y
volaban hacia el cielo hasta que los perdí de vista, pero sabiendo que como
mensajeros nocturnos iban hacia ella y sintiendo como el anillo en mi dedo
empezaba a latir al mismo ritmo que el titilar de tu estrella.
-Para Jennifer mi eterno amor-
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